Para
enfrentar esa epidemia, un compromiso entre demócratas y republicanos, la
Asociación Nacional de Restaurantes y las principales cadenas de comida
popular, dio lugar a una nueva ley nacional.
Un padre
lleva a su hijo al cine en el mostrador
de venta de snacks y bebidas. Le compra un balde de palomitas de maíz y una
bebida gaseosa. El padre ignora que las palomitas aportan 1.200 calorías y que
los 473 ml. de líquido contienen 10 cucharadas de azúcar, o 170 calorías y 44
gramos de carbohidratos
Entendamos
que esa hora y media de cine se lleva casi las tres cuartas partes de la
ingesta calórica normal para una persona, la Administración de Alimentos y
Medicamentos de los
Estados Unidos
(FDA) publicó una normativa nacional que exige que los restaurantes, centros de
entretenimiento, supermercados que ofrezcan comida preparada y máquinas
expendedoras publiquen la información nutricional de sus productos y platos. La
ley se implementará a lo largo de los próximos dos años, para uniformar la
confusión de parámetros que existe hoy.
El
sobrepeso y la obesidad de los estadounidenses son la segunda causa de muerte
que se podría prevenir. Hoy la obesidad representa un peligro para la salud igual,
si no mayor, al hábito de fumar.
Para Sara
Bleich, experta en obesidad de la Escuela Bloomberg de Salud Pública de Johns
Hopkins University, dice: hay formas sencillas de describir el impacto de un
alimento en el cuerpo humano que calorías, gramos de carbohidratos y fibra o
porcentaje diario de proteínas y minerales. Describir, por ejemplo, que para
comer un pedazo de torta y no engordar hay que caminar una hora y media. La
persona promedio no sabe cómo leer o comprender una etiqueta de alimentos. En
la superficie, la gente sabe que una naranja es más saludable que una Oreo,
pero muy poca gente podría dar información más profunda sobre calorías,
carbohidratos, azúcares, grasas, fibra o vitaminas que contienen esos
alimentos, o cómo se vinculan con una dieta ideal.
La
industria de la alimentación gasta miles de millones de dólares al año en
publicidad, de los cuales casi el 70 por ciento promociona alimentos envasados,
dulces, snacks, bebidas gaseosas y alcohol, contra un 2 por ciento de anuncios
de vegetales, granos y frutas.
La comida
procesada en general, salvo honrosas excepciones, no suele ser la más
saludable, pero más barata y como el ritmo de vida no deja tiempo para cocinar,
es más fácil comprar platos que ya están hechos o que se pueden comer
directamente del envase. Está bien mejorar las etiquetas, pero hay que hacer
muchas cosas más. Por ejemplo, enfatizar que hay que comer alimentos frescos,
no cosas procesadas. O destacar aquellas cosas que son menos saludables.
Se
debería expresar de manera simple: esto tiene mucha sal, esto tiene mucha
azúcar. Porque como hoy en general no hay deficiencia en micronutrientes, ya
que todos los alimentos están fortificados, importa más explicar qué es
saludable y qué no.
Más de un
tercio del azúcar agregado en la dieta estadounidense proviene de las bebidas,
sobre todo gaseosas y jugos. Y la cantidad de azúcar que consume el
estadounidense promedio, 19,5 cucharadas por día, supera la que recomienda la
Asociación Estadounidense del Corazón (AHA por sus siglas en inglés): no más de
9 para los varones y menos de 6 para las mujeres. Pero el azúcar agregado se
encuentra en tres de cada cuatro alimentos envasados, incluidos algunos que se
consideran sanos como el yogurt o el aderezo para ensaladas. Más que reducir la
porción de las bebidas azucaradas, habría que prohibirlas.
Bleich
señaló que educar al público sobre el valor energético de la comida "es
necesario pero no suficiente para estimular un cambio saludable en la
conducta". En su opinión, "un buen complemento para las políticas
basadas en la educación como las nuevas normas de etiquetado de la FDA serían
políticas públicas que apuntasen a reducir el consumo de alimentos poco
saludables, por ejemplo quitando las máquinas expendedoras de bebidas
azucaradas de las escuelas o los ámbitos de trabajo."
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