¿Por qué
en un mundo de 7.000 millones de habitantes, que produce alimentos para 12.000
millones, 900 millones de seres humanos mueren de hambre? Esa fue la pregunta
en la que se basó el periodista argentino Martín Caparrós para salir al mundo,
recorrer ocho países (Níger, Bangladesh, Sudán, Madagascar, India, Kenia,
Estados Unidos y Argentina) e intentar ponerle rostro a esta gravísima
problemática. La conclusión del reconocido reportero es que a este mundo no le
faltan alimentos, sino corazón. “Entre ese hambre repetido, cotidiano, y el
hambre desesperante de quienes no pueden con él, hay un mundo de diferencias y
desigualdades”.
Las últimas
estimaciones de la FAO indican que la reducción del hambre en el mundo
continúa: se calcula que hay unos 795 millones de personas crónicamente
subalimentadas en 2014-16, algo más de una de cada nueve personas, y unos 216
millones menos que en 1990-1992. En el mismo período, la prevalencia de la
subalimentación se ha reducido del 18,6 al 10,9 por ciento a nivel mundial y
del 23,3 al 12,9 por ciento en los países en desarrollo.
A pesar
del progreso general, persisten marcadas diferencias entre regiones. África
subsahariana tiene la mayor prevalencia de subalimentación, y sólo ha realizado
modestos avances en los últimos años. Por el contrario, las condiciones son
mucho más favorables en África del Norte, donde varios países presentan niveles
bajos de subalimentación.
Asia,
todavía tiene el mayor número de personas subalimentadas. Asia meridional ha
avanzado lentamente en la reducción del hambre, mientras que se ha logrado un
progreso más rápido en Asia oriental y sudoriental. América Latina y el Caribe han
registrado avances muy rápidos en la reducción del hambre, en especial los
países del sur del continente.
En muchos
casos de estudio, se encuentra que ha habido avances significativos en la lucha
contra la subalimentación, no se han producido mejoras en los resultados
nutricionales, por ejemplo, en la proporción de niños con retraso del
crecimiento o bajo peso. Esto significa que, aunque las personas pueden tener
acceso estable a alimentos suficientes para sus necesidades de energía, este
alimento no es siempre de calidad suficiente para proporcionar todas las
vitaminas y otros nutrientes, o que algunas personas están demasiado enfermas
para usar los nutrientes que consumen.
Hay
muchas razones por las cuales se puede producir la subalimentación. La falta de
diversidad de la dieta, especialmente donde las dietas son pobres en alimentos
ricos en micronutrientes como carne, pescado y productos lácteos. La falta de
acceso a agua potable y saneamiento ambos cruciales para mitigar el riesgo de
enfermedad. La educación deficiente y la falta de acceso a servicios de
atención prenatal e infantil también son factores importantes.
En las
últimas décadas hemos visto un aumento significativo en la protección social en
términos de cobertura. Hoy en día, todos los países del mundo tienen al menos
un programa de redes de seguridad social. Los programas de alimentación
escolar, se implementan en 130 países. La protección social contribuye
directamente a la mitigación de la pobreza y la reducción del hambre, pero
también es crucial para promover el crecimiento inclusivo
Unos
mercados que funcionen bien son importantes para promover la seguridad
alimentaria y la nutrición. Los mercados facilitan el flujo de alimentos de las
zonas de excedentes a las deficitarias y aseguran su disponibilidad. También
envían señales de precios a los agricultores para que adapten su producción y uso
de insumos. La mejora del acceso a las oportunidades de comercialización puede
ayudar también a aumentar la productividad.
El comercio también ofrece beneficios a nivel internacional, pero
también hay riesgos subyacentes. Por ejemplo, un comercio más libre impulsa las
importaciones y aumenta la cantidad y la variedad de alimentos disponibles. En
un país, una mayor competencia del exterior puede provocar mejoras en la
productividad mediante una mayor inversión, pero en otro país las importaciones
más baratas pueden tener efectos desastrosos sobre los agricultores y
trabajadores nacionales, con pérdida de empleos y menores ingresos. Los
vínculos entre la seguridad alimentaria y el comercio internacional son
complejos y específicos para cada contexto y las oportunidades y riesgos deben
evaluarse con cuidado.
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