Con la llegada de la primavera, una de las frases más escuchadas es
"¡Tengo que ponerme a dieta ya!". La urgencia por ponerse en forma
lleva a miles de personas a recurrir a las dietas de moda, caracterizadas por
ser masivas, prometer resultados rápidos y duraderos y restringir la
alimentación. Esta es la fórmula para poner en riesgo la salud de quienes la
siguen, ya que producen desde desequilibrios nutricionales hasta efecto rebote,
recuperando los kilos perdidos rápidamente.
El doctor Silvio Schraier, director de la carrera de
médicos especialistas en nutrición de la Facultad de Medicina de la UBA (Buenos
Aires) y ex presidente de la Fundación Argentina de Nutrición, explicó que
"la fantasía tradicional es que en la primavera, hay que lucir el cuerpo y
bajar de peso”. Esto es muy bueno si se aprovechara para emprender un plan de
vida más saludable, y así llegar al próximo año con un mejor peso y poder
mantenerlo.
Pero, junto a la necesidad de bajar de peso, viene la
fantasía de la solución mágica o milagrosa. Y aparecen las dietas que no tienen
ninguna base científica, recomendadas
por algún famoso, que ofrecen resultados rápidos y duraderos a costa de un gran
esfuerzo a corto plazo, y cuya consecuencia segura es el efecto rebote. La
ecuación es sencilla: si alguna de las dietas milagrosas diera resultado real,
no habría tanta gente con sobrepeso buscando la nueva dieta año a año. La
realidad es que el mismo individuo que quiere hoy adelgazar fracasó por
intentos anteriores. Las dietas de moda permiten un descenso rápido de peso, ya
que "en lugar de grasa (objetivo del tratamiento para la obesidad), se
pierde gran cantidad de agua y de masa muscular. Ello hace que cada vez sea más
difícil bajar de peso, puesto que al reducirse la cantidad de músculo disminuye
la cantidad de maquinaria metabólica para quemar grasa".
No obstante, después de comprobar que las dietas de
moda fracasan, se vuelve otra vez a lo sensato, que consiste en un plan de
alimentación razonable, adaptado al perfil de cada paciente, con una leve
reducción de calorías, a adecuar el tamaño de las porciones, y una actividad
física moderada.
El efecto rebote. Se produce, por un descenso inadecuado de peso.
"Si, por ejemplo, bajo 10 kilos rápido, lo más seguro es que 8 kilos sean
de grasa, y el resto de agua y músculo. Cuando dejo la dieta y me re-alimento
de
golpe, gano más grasa que músculo: recupero los 10 kilos, pero van a componerse
casi íntegramente de grasa, que luego será más difícil bajar".
"Por si esto fuera poco, la motivación está
desgastada en el paciente que se sometió a dietas muy restrictivas durante 15 ó
30 días o más y luego recuperó el peso perdido; hay que entender que la
obesidad es una enfermedad con componentes socio afectivos, no es una actitud
voluntaria, y se debe tratar a largo plazo. Si restringe la alimentación en
forma exagerada, va a compensar esa restricción con comilonas cuando deje la
dieta, y cada vez le costará más seguir un plan". Por eso, lo recomendable
para mantener el peso es desarrollar hábitos saludables. No prohibir, sino
razonar. Alimentarse de manera equilibrada; “ tampoco sirve matarse en el
gimnasio, porque en el descenso de peso el 70 por ciento se logra con la
alimentación y apenas el 30 por ciento con la actividad física", ejemplo:
"Una caminata activa de 60 minutos consume unas 300 calorías, pero si se
come un alfajor, habrá subido las 300 calorías. Lo que costó una hora de
esfuerzo quemar, se cubre en 5 minutos con comida.
Actividad física. "Para bajar de peso, reduzco la cantidad de
calorías, por ejemplo unas 400 calorías menos por día. Al principio se van a
ver resultados. Pero recordemos que "de fábrica" venimos preparados
para ahorrar, es decir, para guardar las calorías a fin de sobrevivir. Como el
organismo no distingue entre una decisión voluntaria para bajar de peso y una
hambruna, se llega a la meseta, cuando se frena la reducción de peso. Es
entonces cuando, en lugar de restringir más la dieta y generar enojo y
frustración tanto en el paciente como en el médico, se debe aumentar la
actividad física; en general, no se debe hacer planes de alimentación de menos
de 1200 calorías para un adulto", destacó Schraier.
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