La malnutrición puede llegar a
implicar desarrollar ciertas
enfermedades. Y las enfermedades constituyen un elemento peligroso para
la malnutrición Esto puede afectar a cualquier persona. Sin embargo, las
personas mayores que son dependientes son el colectivo más vulnerable y con mayores probabilidades de
sufrir malnutrición.
Una mala alimentación puede empeorar el deterioro
funcional de la persona y agravar la condición de
dependencia. Con
el envejecimiento las necesidades energéticas de las personas mayores son
menores, ya que la actividad física y la masa muscular disminuyen.
Una mala nutrición implica pérdida de fuerza
muscular, lo que puede provocar caídas con fracturas. Además afecta al avance
del deterioro funcional y cognitivo y potencia la adquisición de enfermedades
infecciosas.
10 pautas para una
buena alimentación
Realizar 5 comidas al día (desayuno, media
mañana, almuerzo, media tarde y cena). Distribuir los horarios de las
comidas a lo largo del día para que no se junten unas con otras.
Procurar
que los alimentos tengan un aspecto atractivo, una textura agradable y se
puedan comer con facilidad.
Evitar
las dietas restrictivas para los mayores de 70 años, salvo prescripción y
seguimiento médico.
Servir
una dieta equilibrada y
variada que contenga cereales, frutas, verduras y legumbres.
Apostar
por los alimentos preparados a la plancha en vez de fritos, asados y con
salsas.
Consumir más pescado que carne y tomar
3 o 4 raciones de lácteos diarias.
Limitar
los dulces y los embutidos y controlar las grasas, la sal y los azúcares.
Beber mucha agua e insistir en ello, porque los mayores ven
disminuida la percepción de la sed.
Vigilar
el peso de forma periódica, ya que puede ser un signo de alarma asociado a la
desnutrición.
Es
importante que el acto de comer se realice en un ambiente adecuado, explicando a la persona lo que se va a hacer y
solicitando su colaboración.
Por eso es importante tener tiempo, porque las
prisas no son buenas. También hay que trocear los alimentos y realizar una higiene oral adecuada. Todo esto hace que
disminuya el riesgo de atragantamiento y bronco aspiraciones.
¿Qué hacer en caso
de complicaciones?
Si la persona sufre estreñimiento (si acude al baño menos de tres veces por
semana) es aconsejable aumentar el consumo
de alimentos ricos en fibra (fruta, verdura y legumbres).
También es bueno consumir más agua y evitar los alimentos
astringentes como el chocolate, el arroz, la zanahoria. Realizar ejercicio es una buena opción para
mejorar el movimiento de los intestinos. Si el problema persiste habrá que
acudir al médico para que prescriba laxantes.
Si el mayor padece diarrea (más de tres deposiciones al día o la consistencia de
las heces es líquida) hay que controlarlo porque pueden llegar a sufrir
gastroenteritis. Ante esta situación hay que aumentar la ingesta de líquidos para evitar
la deshidratación y consumir alimentos astringentes (zanahoria, arroz, etc.).
En el caso de que nuestro mayor tenga dificultades para tragar, disfagia, se puede llegar a situaciones de malnutrición,
deshidratación y bronconeumonía aspirativa por atragantamiento.
Por ello, nunca se deben utilizar jeringuillas a presión o sorbetes. Es
mejor ofrecer alimentos homogéneos,
para ello es muy útil emplear espesantes a los alimentos y líquidos hasta lograr
una densidad como el néctar, la miel o el pudding. Esto evita los
atragantamientos.
Es importante la postura a la hora de comer. La persona debe estar sentada, con la espalda recta y la
cabeza ligeramente inclinada hacia delante. Antes de acostarse debe permanecer 30-40 minutos incorporada para
evitar atragantamientos en la cama. Y por último, es mejor tomárselo con calma
y no hablarle mientras come.
Todas estas pautas permitirán que nuestro mayor
logre tener una alimentación
adecuada y por lo tanto, estaremos mejorando su calidad de vida.
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