Entre la
sintomatología más común destaca la
sensación de ardor o quemazón, debida al paso del contenido gástrico
nuevamente al esófago, acompañada de inflamación de este último y posibilidad
de lesionar la mucosa del esófago. En el estómago se segrega ácido clorhídrico,
un producto altamente irritante pero necesario para realizar la digestión de
los alimentos. La propia pared gástrica posee una capa de moco que la protege
de esta acidez. Sin embargo, la pared esofágica no está preparada para este pH
tan bajo, por lo tanto, este se va irritando hasta inflamarse o dañarse, en
muchos casos. Con la dieta, lo que pretendemos principalmente es nutrir de
forma adecuada y completa al paciente, a la vez que evitamos que se produzca
este reflujo con los síntomas correspondientes.
Por este motivo,
podemos concluir que las necesidades nutricionales del paciente se cubren con
una dieta de contenido normal de hidratos de carbono (50-55%), levemente
hiperproteica (15-20%) las grasas deberían bajar un poco su cantidad total
(25-30%), ya que provocan cierta relajación del esfínter que separa el esófago
del estómago.
Reflujo
gastroesofágico: cambios en la alimentación
La alimentación se debe repartir en varias
tomas a lo largo del día, no debe ser abundante, para que no facilite el
reflujo. Se recomienda comer despacio masticando bien los alimentos y que
estos hayan sufrido en la boca la mayor ruptura posible.
Es conveniente evitar algunos alimentos que empeoran
los síntomas, como son el ajo, la
cebolla, el chocolate, el alcohol
en general y algunos alimentos ácidos como el tomate, el pimiento, los cítricos (naranja, mandarina, limón, toronja,
kiwi, piña) y las comidas grasas como frituras o los platos muy condimentadas.
Respecto a los líquidos, los que mejor se
toleran son el agua y las infusiones suaves, pero es mejor separarlos de las
comidas para no aumentar el volumen de contenido estomacal. No por ello hay que
dejar de hidratarse y conviene vigilar bastante este tema, ya que si no se
siente sensación de sed se puede anular la ingesta de líquidos empeorando el
estado general del paciente con reflujo.
Consejos
nutricionales para el reflujo gastroesofágico
Estudios recientes concluyen que la ingesta de cantidades reducidas de pan en
las comidas mejora los síntomas del reflujo, especialmente la quemazón en la
zona dorsal y el dolor.
Los alimentos
más grasos como las carnes de cordero, pato o ganso, los embutidos,
los lácteos enteros y los productos de pastelería deben estar controlados por
su relación con el aumento del reflujo.
No se debe abusar de alimentos precocinados o
preparados que suelen estar bastante más condimentados que los naturales y
cuidar la ingesta de picantes. Conviene también realizar un cierto control en el aporte de alimentos muy ácidos,
muy dulces o con coberturas de chocolate ya que no resultan adecuados para los
procesos digestivos. Las bebidas con
gas son mal toleradas en muchas ocasiones y, en todo caso, conviene
tomarlas fuera de las comidas, entre horas. Por último, las temperaturas extremas en los platos también
irritan la pared del esófago produciendo dolor.
Hábitos
aconsejables en caso de reflujo gastroesofágico
Como pauta general, es bueno recomendar el
mantenimiento de un peso dentro de la normalidad, evitar el sobrepeso y la obesidad constituye una buena terapia para lograrlo.
Permanecer sentado, sin tumbarse, durante un periodo no inferior a las tres
horas tras las comidas, para no facilitar la salida de los alimentos
simplemente por gravedad.
Evitar todos aquellos objetos o situaciones en los que
haya cierta presión en la zona abdominal como cinturones apretados, fajas muy
compresivas, corsés, ropa ajustada o de tallas menores de las requeridas.
Dejar el tabaco mejora. Existen algunas situaciones fisiológicas
(embarazo, durante el segundo y tercer trimestre) patológicas (obesidad central
con acumulación de grasa abdominal) donde se ejerce presión sobre la zona
inferior gástrica, por lo que el reflujo, en dichas situaciones, suele
aumentar.
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